La dermatitis atópica, que suele presentarse en bebés lactantes, resulta especialmente desgarradora en estos, porque no pueden hacer otra cosa que llorar y quejarse, a causa de los picores constantes y la continua incomodidad.
Si tu hijo la padece, en más de una ocasión sentirás que la situación te sobrepasa: tu niño está inquieto, irritable, no duerme ni descansa, se rasca o lo intenta, frotándose contra cualquier superficie, llora…; su piel está reseca, inflamada, enrojecida, con ampollitas…
A pesar de que esta enfermedad no es grave (los casos realmente severos son, afortunadamente, escasos), y normalmente, mejora mucho con el paso del tiempo, desapareciendo en un porcentaje significativo de casos, puede condicionar mucho la vida del bebé y de todo su entorno.
Cuanto más sepas de la DA y de cómo afrontarla en el día a día, más llevadera será la situación para ti, tu hijo y toda la familia.
Causas
La DA es una enfermedad autoinmune de la piel, que reacciona de forma desproporcionada a uno o varios estímulos. Para que se dé, es necesario el concurso de diversos factores:
- Congénitos: en la mayoría de los casos, hay alteraciones de uno o más genes. Además, es una condición normalmente hereditaria, de forma que, los bebés con piel atópica, suelen tener familiares con atopia, rinitis, asma y otras afecciones alérgicas o autoinmunes.
- Ambientales: No solo es necesaria la predisposición genética, sino que hace falta que algún elemento externo desencadene la reacción.
Se calcula que afecta a entre un 10 y un 30% de niños en todo el mundo, y a entre un 1 y un 3% de adultos: los porcentajes varían de un país a otro y entre diferentes regiones.
Presenta una mayor incidencia en países industrializados (en los que, además, la prevalencia va en aumento), y en zonas urbanas, lo que parece demostrar la importancia de los agentes ambientales en su debut y posterior progresión.
También tiene una mayor presencia en entornos socioeconómicos altos, y en familias con pocos hijos, quizá por el exceso de higiene y protección que proporcionan a los bebés y los niños, como se postula en la hipótesis de la higiene, avalada por múltiples estudios.
Aunque se considera crónica, en general, no pasa de ser una enfermedad de leve a moderada, que mejora con el tiempo, llegando a desaparecer en la pubertad o la adolescencia (solo el 2% de los casos aparece en adultos).
Síntomas
En la dermatitis atópica, la piel pierde su integridad y su capacidad de actuar como barrera ante los posibles «ataques» exteriores, volviéndose más permeable a estos, y más sensible a cualquier estímulo.
La fractura de la barrera cutánea provoca, además, la pérdida de humedad y lubricación naturales de la piel, resecándola y escamándola.
La inflamación, la pérdida de humedad y la exposición a agentes externos, son la causa del picor, que puede llegar a ser constante y muy desasosegante.
Así, los principales síntomas son:
- Piel reseca y quebradiza.
- Picor intenso y continuo.
- Eritemas y eccema (inflamación).
- Irritación y rojez.
- Pústulas, pápulas, máculas y otras erosiones cutáneas, causadas por el rascado y las infecciones.
En los bebés y los niños pequeños, a estos síntomas acompañan otros, provocados por su incapacidad para detectar y contar qué les está pasando:
- Llanto frecuente e insistente.
- Descanso insuficiente e intermitente, tanto de día, como de noche.
- Sensación de continua incomodidad e inquietud.
- Reacción desproporcionada al frío, el calor, la humedad o la sequedad; al contacto con algunas sustancias, y muchas otras situaciones ambientales.
Puede aparecer en cualquier parte del cuerpo; en los lactantes suele darse en mejillas, nalgas, cuero cabelludo, y extremidades; a partir del año, se presenta con más frecuencia en los pliegues de la piel (cuello, ingles, tras la orejas, rodillas y codos), boca, manos y pies.
Otra característica de la enfermedad es que se manifiesta en brotes, cuya intensidad y gravedad, duración y periodicidad varían de un caso a otro y en el tiempo.
El diagnóstico, que debe hacerlo siempre un médico, es clínico, no siendo necesaria ningún tipo de prueba específica.
Si hay sospecha de posibles alergias, será el pediatra el que determine la conveniencia de pruebas adicionales, o de la intervención de algún especialista (dermatólogo, inmunólogo o alergólogo).
Tratamiento de la dermatitis atópica
Cualquier tratamiento que le administres a tu hijo debe ser prescrito por su pediatra o el especialista, y supervisado por este, siempre.
Los casos leves, e incluso los moderados, no precisan más cuidados que los preceptivos en cualquier piel atópica, para mantenerla cuidada y protegida, y que veremos más adelante.
Veamos los tratamientos médicos más usuales para controlarla y mejorar la condición del paciente:
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Corticoides o corticoesteroides.
En bebés y niños se utilizan en su forma tópica, y sólo bajo prescripción facultativa.
El pediatra es el que debe decidir si son indicados, y establecer la frecuencia y duración del tratamiento. Sigue sus instrucciones y no tengas miedo: los corticoides, utilizados bajo receta y supervisión médicas, son una gran ayuda para la piel de tu hijo.
Además, el pediatra nunca le recetaría algo potencialmente peligroso.
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Antihistamínicos.
Puesto que estamos hablando de bebés, solo el médico puede decidir si es prescriptivo un antihistamínico en el caso de tu hijo: sigue sus instrucciones.
Si tienes dudas o desconfianza, consúltalo con él, hasta que las resuelvas.
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Antibióticos.
Los antibióticos no se utilizan para tratar la dermatitis atópica, pero sí para tratar infecciones derivadas de esta.
Por muy mal que veas la piel de tu hijo, ha de ser de nuevo, el doctor, el que dictamine si son pertinentes: algunas infecciones son provocadas por virus u hongos, ante los que los antibióticos son del todo ineficaces, por lo que es importante que el diagnóstico sea preciso.
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Inmunomoduladores tópicos.
Han demostrado su eficacia y seguridad, tanto en el tratamiento de brotes agudos y severos como para mantener la piel cuidada, distanciar los brotes y disminuir su intensidad.
Se utilizan en casos de moderados a severos, y siempre bajo estricto control médico.
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Inmunosupresores.
Los mencionamos porque es posible que hayas oído hablar de ellos.
En bebés y niños pequeños, solo estarían indicados para casos muy puntuales y realmente graves, bajo visado, receta médica y un estricto control periódico. No es un tratamiento común ni necesario en casi ningún caso.
Consulta siempre con tu pediatra: si es necesario, haz una lista de todas tus preguntas y dudas.
Es muy importante que conozcas bien la enfermedad de tu hijo, cómo tratarla, cómo cuidar su piel y cómo reaccionar ante posibles problemas.
En los momentos de más picor, este artículo puede servirte de ayuda: Consejos y trucos para calmar el picor en la piel atópica.
Cuidados de la piel con dermatitis atópica
Ya hemos visto que la DA es una enfermedad que necesita de la concurrencia de factores genéticos y hereditarios con los ambientales, para que se manifieste.
Si bien es cierto que no puedes controlar los genes de tu hijo, puedes, sin embargo, proporcionarle un entorno cómodo, seguro y adecuado a su dolencia.
Además, hay muchas cosas que puedes hacer con él y por él, para mejorar su calidad de vida y la de tu familia.
Cuidando el entorno.
Los bebés son muy sensibles a los estímulos externos, y más si presentan piel atópica.
Su sistema autoinmune no está desarrollado y, cuando tienen DA, reacciona de manera exagerada ante determinados agentes (cada niño tiene su versión única de la enfermedad).
Si quieres más información sobre cómo mejorar la DA, la encontrarás en este artículo: Remedios eficaces para la dermatitis atópica.
Veamos qué puedes hacer para facilitarle el día a día.
- No le expongas a temperaturas extremas y no le abrigues en exceso: el calor y el sudor pueden empeorar el estado de su piel.
- Necesita un ambiente no demasiado seco ni demasiado húmedo: utiliza humidificadores o calefactores de aire para encontrar el equilibrio.
- Ventila los espacios en los que esté normalmente, durante todo el año, al menos 5 minutos. Procúrale un aire limpio y fresco.
- Mantén la casa limpia, para evitar polvo, ácaros, humos, etc.
- No tengas en casa moqueta ni alfombras.
- No utilices ambientadores ni insecticidas.
- Es importante que le pongas ropa cómoda, holgada, suave y, preferiblemente, de algodón o con un alto contenido de algodón y que no tenga costuras que pueda incomodarle o dañarle.
- No pongas lana en contacto directo con su piel.
- Utiliza calzado cómodo y que transpire: de piel o algodón. Los bebés no necesitan estar calzados hasta que no empiecen a intentar levantarse por su cuenta.
- En la cama y el baño, usa tejidos de algodón 100%.
- La alimentación materna es la más aconsejable para cualquier bebé, porque prepara y refuerza su sistema autoinmune.
- No elimines ningún alimento de su dieta si no te lo indica el médico. El pediatra o la matrona te irán dando las pautas de la alimentación de tu hijo. Para saber más: La mejor alimentación para la piel atópica.
- Vigila sus juguetes: los chupan, los muerden, los frotan contra su cuerpo, así que es importante, tanto por su composición como porque sean suaves y redondeados, para que no le dañen la piel.
- Quita las etiquetas de su ropa, calzado y juguetes.
- Aleja cualquier producto químico de su piel y de su entorno.
- Ten cuidado con las mascotas: si las tienes, procura que estén limpias y aléjalas de las zonas donde suela estar tu bebé.
- Protege las paredes de la cuna, el cochecito, la sillita del coche y cualquier sitio en el que pueda estar o dormir, para que se dañe lo menos posible si intenta rascarse contra ellas.
- Dad paseos por parques, la playa, el campo… lugares despejados, con aire limpio, sin contaminar.
- Procura que no le dé el sol directamente y ponle protector solar de pantalla total (los hay especiales para pieles atópicas).
- Ten en cuenta que tú y muchos otros adultos, estáis en contacto continuo con tu hijo y su piel. Es importante que pongáis atención a todo lo que usáis y que pueda afectarle: cremas, lociones, desodorantes, perfumes, maquillaje, tintes, lacas de uñas; joyas, bisutería; los tejidos de vuestra ropa; restos de comida y/o bebidas…
La higiene de tu bebé y «sus alrededores».
La higiene es un cuidado básico para cualquier piel, y aún más para la piel con dermatitis atópica, pero nunca debe ser obsesiva ni excesiva, porque la piel necesita mantener su microbiota (la capa de microorganismos que la pueblan y la mantienen sana), ya muy comprometida cuando hay DA.
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Los baños.
El momento del baño puede ser uno de los mejores del día de tu hijo.
Báñale en agua a no más de 32-34 grados centígrados.
Lávale con las manos, en vez de con esponja.
Procura no usar jabón, o limitar su uso a la zona del culete (a veces la dermatitis aparece en ingles y nalgas).
Los jabones, geles y champús deben ser neutros o un poco ácidos, para mantener el pH cutáneo.
Puedes añadir al baño sal marina pura, emolientes, infusiones de plantas, vinagre de manzana, avena, lejía o cualquier otro producto que limpie su dermis sin alterarla y que la trate suavemente.
Si usas sal, vinagre de manzana o lejía, no los pongas nunca directamente sobre la piel, y usa cantidades pequeñas.
La sal marina aporta equilibrio (convierte el baño casi en un baño de mar); el vinagre de manzana es antiinflamatorio, restablece la capa protectora y el pH; la lejía limpia en profundidad, eliminando los patógenos sin alterar la piel.
Prueba qué tipo de baño le va mejor a tu hijo, y ve cambiando, porque lo que le alivia un día puede no hacerlo otro.
Aclara a tu bebé abundantemente antes de secarle, y usa solo toallas de algodón, sin frotar.
No le seques del todo: la piel húmeda absorberá mejor las cremas tratantes y las hidratantes.
En verano la atopia suele mejorar, pero recuerda:
Después de un baño en el mar, aclárale muy bien para eliminar la sal y ponle inmediatamente la hidratante y el protector solar.
No le expongas al sol. Báñale con gorra o sombrero y asegúrate de que, en la playa, esté siempre a la sombra.
Hay niños a los que no les afecta el agua de la piscina y otros a los que sí, así que tendrás que hacer una prueba para comprobar que todo va bien.
No le pongas colonia, porque puede irritarle mucho.
Utiliza toallitas especiales para pieles atópicas, o asegúrate de que las que uses no le irriten ni le escuezan (cuanto menos químicos contengan, mejor).
Cámbiale el pañal con frecuencia.
Mantén sus uñas siempre muy cortas, para que no se dañe si se rasca.
Lava su ropa con detergentes suaves (también los hay especiales) y hazle un aclarado extra, para asegurarte de retirar todo resto de jabón.
No utilices suavizante ni lejía.
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Tu higiene.
Lávate las manos antes de cambiarle, vestirle, bañarle y, en general, tocarle, para eliminar cualquier sustancia que pudiera afectarle: crema de manos, gel o jabón, detergentes o limpiadores, colonia so perfumes, etc.
Reduce al mínimo colonias, perfumes, desodorantes, maquillajes, after shaves, cremas de manos y cualquier producto que pueda provocarle una reacción. Asegúrate de que los que utilizas no le afectan.
Todo el que entre en contacto con tu hijo y/o le cuide, debe adoptar las mismas medidas.
La hidratación.
Imprescindible para que tu hijo sienta menos incomodidad y picores, y para tratar y mantener su piel en el mejor estado posible.
Debes ponerle una emoliente dos veces por día o, incluso, con más frecuencia, si lo necesita.
Hay cremas específicas para bebés con dermatitis atópica, que calman, tratan y protegen.
Elije el tipo de emulsión en función del estado de su piel, pero ten en cuenta factores como la hora del día y el tiempo: es mejor dejar las cremas más untuosas para la noche y el verano, cuando apenas lleva ropa, y puede que necesites tener varios tipos para diferentes momentos y situaciones.
Si tienes que ponerle algún tratamiento tópico, hazlo antes de la hidratación y espera a que se absorba.
Aplícale las cremas con suavidad y sin frotar.
Aunque el frío calma el picor, tratándose de bebés, es mejor calentar las cremas, frotándolas entre tus manos antes de ponérselas.
Repaso final
Normalmente, estos cuidados son suficientes, porque, como ya hemos indicado, casi todos los casos son leves o moderados.
Cuando aparece un brote, tu niño puede necesitar tratamientos médicos puntuales.
Si notas que tu bebé está especialmente inquieto por el picor, juega con él y distráele. Además, si se cansa, dormirá más y mejor.
Hazle reír: la risa relaja, aumenta las defensas, es antiinflamatoria y curativa.
Establece un hábito diario a la hora de dormir, que incluya el baño antes de acostarle: le ayudará a relajarse y a descansar.
Si tu hijo se rasca en exceso y se lastima, puedes plantearte ponerle guantes o manoplas por la noche (e incluso durante el día), siempre que sean de algodón 100%, ya que si las manos le sudan, puede ser peor que dejarlas al aire.
Ten en cuenta que los bebés no pueden comunicarse más que con sonidos y llantos: sé paciente con él, encuentra qué le alivia más, y recuerda que no siempre le va a calmar lo mismo.
Intenta que esté en un ambiente sosegado, porque el estrés y la excitación pueden desencadenar o empeorar los brotes. En esa línea, intenta llevar una vida tranquila y encontrar algo de tiempo para ti, porque si vives cansada, tu hijo lo notará y le afectará (y porque es importante que te cuides).
Cuando tu hijo se relacione con otros bebés o niños, presta atención a cosas como sus uñas, juguetes y demás: no se trata de que te obsesiones, sino de que intentes que haga una vida normal sin que le afecte negativamente.
La dermatitis atópica es una enfermedad crónica que suele mejorar con el tiempo.
No es contagiosa y no es grave (excepto en muy pocos casos), pero sí puede condicionar la vida de un bebé y su familia.
En principio, incorporando los cuidados necesarios a las rutinas diarias, tu hijo y tú podéis y debéis hacer vida normal en todos los aspectos.
Puedes encontrar ayuda, apoyo e información en la Asociación de Afectados por la Dermatitis Atópica.
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